sábado
61ª Doble vida.
A duras penas la relación con mi novia se mantuvo. Ella tenía familia, que además de alguna manera echaron lazos conmigo y eso ayudo mucho a todo.
La cosa iba en serio y si el día terrible del ataque de angustia y de demonios no pudo parar la relación, yo me veía mas decidido a mantenerla, de alguna manera había cruzado una línea y ya parecía no haber vuelta atrás. Ahora bien, yo me sentía con doble vida, no pensaba decirle nada al líder, de hecho tuve que recurrir a esperanzas como: ella es espiritual, tiene un camino...ect y por tanto si puedo salir con ella.
A esa idea me aferré con fuerza, y eso que al mismo tiempo sabía perfectamente que si se lo decía al líder me diría que la dejase.
Todo era doble, por un lado estaba haciendo lo correcto, por otro lado sabía que no.
Pero todo este hecho de la relación estaba entrelazado con la vida sectaria. Por ejemplo la expulsión de Ralph ocurrió cuando yo ya estaba con ella, y seguía teniendo reuniones y deberes sectarios. Por supuesto a mis compañeros no les contaba nada y eso aumentaba más esa sensación de doble vida, de no ser sincero, me sentía un mentiroso y culpable mientras al mismo tiempo creía cada vez más en mi y en mis decisiones.
Me obsesioné con que ella practicase regularmente su religión, la católica. El hecho de que ella admirase al Cristo de su cofradía me ayudo mucho a pensar así. La pobre se tuvo que tragar muchas advertencias por mi parte sobre los peligros de la modernidad. Ella aguantó mucho, y realmente si no me hubiese querido la relación se hubiese roto. El adoctrinamiento sectario estuvo a punto muchas veces de cargarse la relación de pareja, era muy difícil y yo me sentía con una enorme responsabilidad al mismo tiempo que un traidor. Todo era doble...aparentemente dos vidas, pero en la realidad seguía estando dentro de la secta.
A ella solo le dije durante unos años que tenía un linaje y unos deberes, pero sin dar nombres ni sitios. Lo respetó, eso ayudo también, una oposición en esos momentos sería fatal, agudizaría mucho las fobias contra la mujer moderna.
A ella le dije que se confesase a un sacerdote y que fuese a misa semanalmente. Este hecho fue importante pues a mi manera le hice una encerrona al líder con esto más adelante. Pero de eso hablare en capítulos posteriores.
Pecador y virtuoso, así me sentía...el décimo grado de soberbia revoloteaba en mi mente, siempre presente el miedo al castigo divino.
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