Antes de empezar expongo los Doce Grados de Soberbia de San Bernardo de forma muy resumida para que el lector lo entienda*:
1.La Curiosidad; esas personas olvidan que los ojos y las orejas son las ventanas por donde entra la muerte del alma, están siempre pendientes de lo externo y lo ven de forma impura y no sagrada.
2.La Ligereza de espíritu; debido a su creciente exteriorización van cayendo en la envidia y el desprecio por los que consideran inferiores
3.La vana Alegría; apegados a la risa y a lo agradable para no ver las cosas malas de nuestro interior
4.La Jactancia; Hablar mucho y jactarse de uno mismo.
5.La Singularidad; Diferenciarse de los demás para destacar, como en el vestir, hacer cosas de más, hacerse notar incluso con ayunos, oraciones...ect
6.La Arrogancia; la altanería que desprecia a los demás y los agrede psicológicamente.
7.La presunción; la persona se siente muy superior a los demás y se entromete en todo y empieza a sentir desprecio por el maestro (según él). Es un grado pivote, aún se puede ir hacia atrás o seguir subiendo e ir al octavo grado. La persona quiere ser tratada de forma especial.
8.Defensa de los pecados; es aquella persona que no reconoce sus faltas y se escuda en escusas.
9.Confesión Simulada; que es lo mismo que la hipocresía, parecer bueno cuando no lo es, o como decía el líder, querer obtener los honores de la virtud pero sin practicarla.
10. La Rebelión; cuando es desenmascarado solo queda rebelarse contra la comunidad y el maestro espiritual.
11. La Libertad en el pecar; ya todo le da igual.
12.Habito de Pecar; el pecado ya es costumbre y está justificado (cinismo).
Bueno, se que según el propio líder, una antigua discípula se encontró con el tratado de San Bernardo y se lo enseñó. En él estaban los doce grados de soberbia.
Esa pobre mujer no sabía lo que había hecho. Me imagino al líder con los ojos vidriosos viendo el texto y pensado: esto me gusta mucho. Era un texto idóneo para jodernos la vida a todos y a todas.
Con el tema de que uno escalaba los grados pues no veas, aquello se convirtió en una ruleta rusa, y uno siempre pensaba, ¿en que grado estaré ahora?.
No tardó tiempo en endosarme un grado a mi: la singularidad, por mi antigua pertenencia a una tribu urbana sobretodo. Eso me lleno de preocupación. Pero eso no fue todo, allí la gente iba de grado en grado y ni que decir tiene que yo al final los tenía todos mas encima el de tener ego espiritual, o sea sentirme un maestro y además ser un perverso tremendo y un psicópata. Cuando me fui de la secta era ya un auténtico pecador caído en todos los pecados.
La sensación de andar por la cuerda floja constantemente y de pensar: a ver lo que nos cae hoy, era terrible. Yo llegué en aquellos años a estar cerca del límite paroxismo del dolor psicólogico, después vendría el dolor máximo.
La inestabilidad mental y de identidad que uno tenía era increíble, daba la sensación así de que uno por mas que quisiera nunca hacía lo suficiente.
Cuando salí de allí una de las primeras cosas que hice cuando me repuse algo fue hablar con un sacerdote católico. Que mejor que alguien de la iglesia para hablarme de los grados. La reacción que tuvo ya me indicó la barbaridad de tal cosa. Eso solo valía para un ámbito monacal y además era algo de la edad media, no era válido para los laicos. Y mucho menos que alguien como el líder los utilizase, que evidentemente y utilizando los propios grados en su contra, estaba en el doce y pasado bien de rosca ya.
Es que hay que tener muy poca vergüenza para sin ser un maestro y mentirnos a todos, meternos los grados de soberbia a sangre y fuego.
Todos los acólitos pasaron por los grados, unos mas altos otros mas bajos, ¡y al final todos en el doce! como broche final al desastre de los grados de soberbia.
Ni que decir tiene que la caída del señor C de la que hablaré en el siguiente capítulo tenía que ver con la soberbia y sus grados. Si es que allí no se libraba nadie de la guillotina de los grados de soberbia. ¿Que toca ahora? ¿Grados? Pues toma grados, venga otra cosa mas, mas caña. Lo del consejo y los proyectos bonitos iban quedando ya muy lejos, pero que muy lejos.
*lo mejor es leerse los Grados de Soberbia del propio San Bernardo (allí se hizo pero fueron tergiversados por el líder como siempre hacia con todo), que no tiene por supuesto culpa de nada. Si levantase la cabeza no me extrañaría de que dejase la santidad a un lado y con una maza templaria le diera en la cocorota al propio líder por utilizar su libro para hacernos la vida imposible.
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